Bartolomé
Cairasco de Figueroa, segundón de una familia
italo-canaria destacada en el comercio del azúcar y en
el ámbito político y social del siglo XVI
en Gran Canaria, fue dedicado al estado eclesiástico
cuando tenía catorce años, otorgándosele una canonjía
en la catedral de Santa Ana de Las Palmas
de Gran Canaria. Educado fuera de las islas, de lo que
hay constancia en los permisos otorgados por su
Cabildo, pero pocas pruebas documentales, salvo la de
su estancia en Sevilla cuando lo nombraron canónigo
(1551), debió viajar
por
Portugal,
España e Italia, donde trató con amigos influyentes en
la política, en las letras y en las artes de la
época. De la lectura de su Templo militante se
saca la conclusión de que, además de su formación
religiosa, conocía otros ámbitos del saber,
como
el Derecho,
la
Historia y
las
Artes.
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