Como todos los años, desde la década de los 70,
cuando se aproximan las fiestas en honor de
Nuestra Señora de las Nieves surge la
tradicional polémica en cuanto al origen, que no
al destino, del ritual de La Rama. Para quien
aún no lo sepa, La Rama de Agaete es un ritual
que se repite cada 4 de agosto y que consiste en
danzar con las manos en alto portando ramas de
pinos, eucaliptus, brezos o poleo, traídos del
pinar de Tamadaba, al son de bandas de música
del pueblo que tocan unos ritmos marciales
adaptados para danzar junto con los ritmos
populares del momento.
Sólo para quien
lo vive y se
abandona al
ritmo frenético
de la danza,
puede entender
lo que dijera
García Márquez
cuando se
refiere a
Macondo no
como un pueblo
sino “…como un
estado de ánimo”
aplicable a
Agaete en este
caso. Por eso,
desde la
heterodoxia y
por tanto desde
el respeto que
es algo más que
tolerancia, es
de donde deseo
acercarme a la
proyección
futura del
ritual como
parte integrante
del desarrollo
de las fiestas
de las Nieves.
Fue la
construcción del
puerto de
Refugio de la
Luz y el
desarrollo
posterior del
mismo lo que
provocó el éxodo
de muchas
familias de Agaete hacia la
zona portuaria a
la que el dique
le dio nombre.
Desde la última
década del siglo
XIX y hasta los
años cuarenta
del XX, mientras
el nuevo dique
crecía bajo el
amparo del
entonces
ministro de
ultramar
Fernando de León
y Castillo y su
amigo José Luis
Albareda
ministro de
Fomento a la
sazón, el barrio
del Refugio se
fue
configurando
entre la
heráldica y los
apodos
familiares
agaetenses.
Hasta allí,
llegaron los
Machitos, los de
Penene, los
Cangrejos, los
de los
Naranjeros, los
de Paindo, los
Curros, los del
Cabo y los del
Comandante, los
Palmeses, Armas,
Trujillos,
Bermudez,
Medinas, Sosas y
Martines.
El barrio del
Refugio, que
había cobijado a
la gente de Agaete en las
dos primeras
décadas del
siglo XX, quedó
saturado y la
siguiente
generación se
dirigió hacia La
Isleta que, para
entonces, había
planificado y
ordenado el
arquitecto
municipal
Laureano Arroyo.
Y La Isleta,
adonde antes
había llegado
una riada de
conejeros, se
fue poblando con
la segunda
generación de
cambulloneros y
la nueva oleada
llegada de la
Villa entre las
décadas cuarenta
y cincuenta.
Palomos,
Evaristos,
Escolásticas,
Abelardos y
Álamos juntos
con las Fonas,
los de la Pulga,
los de Remedios,
las de Narciso,
las de Carolina,
los de Popó y
también las de
Papá Judas, las
de Elena Justa y
los Palmeses, se
repartieron por
la geografía
isletera al soco
del trabajo que
el ensanche del
puerto y el
turismo
incipiente
proporcionaban.
PRESENTACIÓN DEL LIBRO "PAPAGÜEVOS GIGANTES CON ALMA"
Mujeres en La Rama
Fue siempre una
particularidad
de Agaete erigir
papagüevos a
personajes
típicos del
pueblo
mayoritariamente
hombres, pero
debemos recordar
que la decana de
esta tropa es
una papagüeva,
La Negra,
la que más gasto
ha ocasionado a
las diferentes
corporaciones en
trajes de
cretona,
turbantes con
gran lazo y
bisutería de
grandes aretes,
narigón y
pintura roja
para las bembas.
Es sin duda
alguna, la
primera
inmigrante de
color conocida
en el pueblo
(después vendría
el Negro) pues
debutó en la
Rama de 1935 de
la mano de Don
Juan de Armas
Merino y su
ayudante Don
César Expósito
del Rosario.
En su memoria
guarda setenta
años de historia
y de Rama en
honor de la
Virgen de las
Nieves, de
cuando ésta se
bailaba con
ritmo acompasado
que era como
había que bailar
“La cita fue
después de dar
las diez”,
“Llegó el
amor cuando
menos lo
esperaba”, “Agua
del pozo de la
Virgen mejicana”
o “Adelita”.
La tercera
oleada
migratoria
producida en la
década de los
sesenta no tuvo
un espacio
concreto como lo
fueron El
Refugio o La
Isleta en las
dos ocasiones
anteriores. Esta
década, rica en
música y en
movimientos
sociales de
protesta, trajo
sin embargo la
quiebra de
empresas que
hicieron
tambalear la
economía
tradicional del
municipio. Junto
con el abandono
progresivo de la
agricultura,
quebraron las
dos fábricas
locales de
calzados, la de
maestro Pedro y
maestro Valentín
y la planta
eléctrica, a lo
que se sumó la
compañía AICASA,
la de los coches
de hora y Agaete
se vio con medio
pueblo en paro,
a oscuras y sin
otro transporte
que no fueran
los piratas.